Alegre te encuentro, duende que arañas
laminillas en las setas. Esporas
cuentas al paraguas; así enamoras
al sombrerillo, abriendo sus pestañas.
Nunca descansas; escalas montañas,
zigzagueas veredas, cegadoras
amplitudes con finura decoras.
Todo un instante de pausa acompañas.
Urde en el nido del verso que nace
sencillo y hermoso. Purga con mimo
una herida, que almíbar hallarás.
Evita el envite de quien abrace
ñaque, convirtiéndote en su racimo.
Ofrécete al viento: libre serás.
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