jueves, 31 de diciembre de 2020

Karma. Calma, en chino.

El caos conjugando el devenir, ordenadamente. Ampliando confines, sin fin, con la puntual precisión de la acasual sincronicidad. Caprichoso azar. Afinado desconcierto en el que nada queda enclavado fuera de lugar. Eternamente, permanece el cambio. Sin más; nada menos.

Mientras, en un lugar, una mancha, todo se retuerce, sin prisa ni pausa. De la mano del viento, tempestuoso, se airea lo minúsculo, creciendo mayúsculo. Regresa de la nada, virulento él, el antaño daño, el causante de miedo. Desterrado sin ser aplacado. Al parecer, sepultado; mas los finales sin principios suelen enterrarse vivos, sin perecer.

Y así comienza el principio del final precipitado. Apenas lloviznado, casi nada, reaparece enmoheciendo la brisa. Salpica sin ruido, fecundando preciso. Poco a poco, enviciado, va calando, inundándolo casi todo. El principio del caos nadando a brazadas, haciendo y deshaciendo a su antojo y abarcando el ordenado desorden genial. Mundanal ahogo,  sin embargo y sin plan de desahogo. Casi nada respirado en casi todo. Inspirando ahogos para ser exhalados en un último suspiro. Puro y simple desvarío diluyendo el complejo artificio construido y derribando casi todo. ¡Casi nada!

Paranoica negación. Cegada conspiración. Enérgico descontrol. 
¡Bendito caos! Todo en orden. 

Por tanto, calma; que el fin debe anotarse ciertos tantos suspensivos... mientras siga sin principios. Kármico equilibrio. 

Finalmente, el todo se impondrá, sin prisa ni pausa, pues creció de la nada. Perspectiva, confianza... y ¡enmienda! No lo olvidemos.

A brazadas, vivo, nade mi abrazo.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Péndola

Perdido, dando vueltas, comencé a seguirme. No por elección, sólo por distracción.

Divagando, envuelto en soledad, acerté tropezando, cayendo en los rincones de la cuenta repasada.

Abrigado en las palabras, apenas supe que extraviarme a sabiendas ayudó a orientar mi mirada vendada, confesada en la duda.

Desvanecida ceguera empañabas
sedientos nubarrones de certezas.
Pulverizada intemperie dejabas
en orden el reposo de tristezas.

Todo es más fácil cuando el presente existe; y entonces, se arredra la noche espantando temores. Y, entonces,...

Bailan pompas de jabón aventando
memoria en la polvareda de huellas.
Viajando va el olvido, navegando
entre levedades que parpadea.

En ciernes la templanza arriba, errando
basares de cenizas de praderas,
enlodados estanques, y aguardando
oleajes su áncora de mareas.

Naufraga el fin del principio. Odisea
ululando rendijas de esperanza
al pajonal repleto y asfixiante.

La pausa a trompicones cabrilea,
enzarzando la prisa en lontananza,
arrobando su embate siseante.

Y, entonces, laten alas de la nada, convidando a escuchar la fragancia que enmudece. Los pasos salen al encuentro del viento fresco, acurrucando en su murmullo el nido de desvelos vendimiados.

Y, entonces, el avivado papeleo de mariposas despereza en espada la voz de la pluma, lágrima de la danza de los cisnes, péndulo susurrante. Se agarra al viento su baile y vuelo. Cascarón de nuez, remanso de lagos diluviados al mar. Péndola. Poesía.


sábado, 21 de noviembre de 2020

El perfume desconocido

El papeleo de mariposas inspirando el susurro del ladrido. El polvo del brillo depilando el pincel. El marco del lienzo cincelando su esquela.

Gélido viento que silbas cencelladas: espejismos eternos se desvanecen con la lúcida mirada en el límpido cielo, rueda que pulveriza brillos moliendo cristales.

Enredado en la hoguera que alimento, con su fuego de tapiz, apuesto a soñar con el trapecio y convivir con el desliz.

Amarrado y deslumbrado por la repetitiva bombilla encerrada, sintonizada con frecuencia modulada y modelada al compás de un cansino círculo cerrado, se amotinaba el silencio, palpitando.

El día lo valía. Se apreciaban escarceos esclavos, afanes y devaneos esbozaban un viento alborotado. Al arrullo de la lluvia en el cristal, salpicando versos y reflejos como lágrimas, afloraban los anhelos entre nubarrones de recuerdos. Habrá que salir al diluvio, a regarse de certezas y espantar las dudas empantanadas en preguntas.

Laten alas de la nada, convidando a escuchar la fragancia que enmudece. Los pasos salen al encuentro del viento fresco, acurrucando en su murmullo el nido de desvelos vendimiados. Revolotean las hojas desperdigadas que encerraban las tapas que adornaban los libros, desarbolándolo todo; y todo, por librar y desparramar revuelta.

Se organiza así el caos desde la nostalgia del precipicio del bullicio. Hora es de volar, saltando olas naufragadas. Salvaje vértigo al abrigo del desconcierto y al olvido del plañido. Cerrar los ojos para ver parabienes. Ya se divisa nueva era. Todo será como no era o no será.




domingo, 1 de noviembre de 2020

Ira

Siempre errante, te yergue y te despierta.

Susurro zahorí, sibilino augurio

que araña el alma. Cedazo y murmurio.

Exalta su prisa, cribando yerta.


Fragua su arcilla. Deleita y alerta.

Restalla en látigo, tormento enfurio

y tullido aliviadero. Tugurio

del barrizal y aun rebosa su espuerta.


Canal de rojas ascuas, desairado

embudo que encabeza la guadaña 

que fue hoz, sierpe y magia del incendio.


Y se enfrían sus destellos; helado

devenir se enfila, sirte y compendio

coral, colmo arrecife de patraña.