Incrementar el techo
de deuda evitará al gobierno de Estados Unidos entrar en una inminente
suspensión de pagos; sin embargo, no podrá obviar sus altos niveles de
apalancamiento. Por otro lado, más pronto que tarde, el elefante americano se
enfrentará al chino en una guerra comercial que implantará aranceles a diestro
y siniestro; y ya se sabe que cuando dos elefantes pelean, quien sufre es la
hierba. Así, es previsible vaticinar que una alta volatilidad bursátil se
instalará en los mercados, siendo la antesala de un retroceso generalizado de
enorme virulencia en las cotizaciones.
En este probable contexto, puede predecirse que el mal de altura contagiará
los algoritmos que manejan los grandes inversores, de forma que, prácticamente
al unísono, reducirán notablemente su exposición al riesgo, desencadenando un
tremendo desplome bursátil. De inmediato, se verán revalorizadas
numerosas deudas soberanas que, en realidad y ya en la actualidad, son
impagables (Burbuja de deuda). No tengo duda de que los
mercados están abocados, sin remedio, a un síncope. Tampoco tengo recelo en
revelar que el presumible patatús desencadenará una recesión mundial mucho más
dañina que la última sufrida, derivada del colapso bancario.
El crecimiento
económico acaricia su agotamiento mientras la Reserva Federal, el BCE y otras
instituciones parejas idean cuándo poner fin a la política del dinero barato.
El problema es que acertar con el momento adecuado es imposible porque no
existe. Los prestatarios se han vuelto adictos a la entrada de crédito y la
mayoría no podrá aguantar si se ajusta su oferta.
La expansión masiva
de deuda realizada es insostenible e inevitable su estallido. Los
desequilibrios son tan numerosos como inabordables. El despropósito de provocar
y estimular mayores niveles de endeudamiento, lejos de generar y aportar calma
y estabilidad, acabará siendo letal.
La inflación en
EE.UU. repuntará y requerirá nuevas subidas de tipos de interés del dólar,
provocando el distanciamiento de los activos de renta variable. Mientras, en
Europa, la languidez de su economía y la falta de coordinación entre los
partícipes de un mercado común ficticio, hipócrita y engañoso, obligará a basar
las políticas económicas y monetarias en la búsqueda continua y desesperada de
la depreciación del Euro frente a la divisa americana.
El fruto de esa desesperación marcará el inicio de una feroz guerra fría: la de las divisas. Nada que pueda calificarse de novedoso, en realidad, pues la manipulación de las divisas lleva tiempo utilizándose; lo que ocurre es que el contexto se volverá especialmente complicado y, además, contará con el gigante chino como protagonista. La peligrosidad del conflicto global de las divisas es espeluznante. Se trata del arma de destrucción masiva más silenciosa y siniestra.
La cuestión no es si sucederá sino cuánto falta para que ocurra. Estamos infartados, mucho peor que en los niveles de colapso previos a 2008; y es que las múltiples y profundas deficiencias estructurales siguen sin resolverse porque siguen sin encararse. Les presento un "palabro" que resurgirá del olvido: estanflación (coexistencia de inflación de costes y desaceleración económica).
¿La señal? La increíble cota de los 29.000 en el índice Dow Jones (3.300 en el índice S&P 500). En esos históricos niveles, que debieran ser soportes, irrumpirá una virulenta fiebre vendedora que acabará convirtiéndose en epidemia histérica. Con la mano en el corazón, les advierto: ya estamos “bienvendidos" a la peor recesión mundial.
Los nuevos años veinte darán paso a mil y una tensiones geopolíticas, arancelarias,
de divisas y de cualquier otro aspecto que usted quiera o pueda imaginar. Me temo que la devastadora estanflación (simultaneidad
del alza de precios, aumento del desempleo y estancamiento económico) está
orquestada y tiene prefijada su fecha de inicio en la primera parte de dicha década; por tanto, el famoso crack del 29 podría repetirse en su centanario.
Renacerán
inestabilidades globales, tanto financieras como geo-estratégicas, aflorando la
evidencia del ocaso del modelo económico neoliberal. Su síncope está cantado:
fallará el sistema circulatorio de la liquidez y se llevará por delante el
respiratorio de la solvencia de países enteros. En fin, que podremos
contemplar el fallecimiento del capitalismo (Crack del modelo capitalista).
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