No hay peor ciego que el que no quiere ver, así que el
guantazo que nos aguarda será apocalíptico. Son tantas las burbujas ideadas que es inabordable pensar
siquiera en acometer su explosión controlada. Estallarán casi al unísono sin
que se pueda afrontar ninguna de ellas. Sencillamente apoteósico.
No es el
mercado, amigos; es la Naturaleza la que ha de actuar y poner fin al dañino
disparate continuo al que estamos encadenados y encadenándola. La Verdad nos hará libres. Al
tiempo.
Soy un ferviente seguidor de volcanes. Me encandilan. Me
enamoré perdidamente de ellos. Estoy atado a su "Cinturón de Fuego", a sus mágicas
erupciones, al poder del atronador silencio y de las ensordecedoras explosiones.
Confieso que paso horas de vigilia con mis ojos puestos en ellos y mi mirada surcando
interiores: los suyos y, por supuesto, el mío. Solo con una gigantesca explosión podrá descender algún grado, en un suspiro, la elevada temperatura global que hemos ocasionado al hábitat, casi febril.
Creo que no falta mucho para que la Naturaleza responda
contra el virus que somos para ella. El nivel de despropósito al que sometemos
al planeta que habitamos es tan desmesurado que pareciera que deseáramos dejar
de habitarlo. En fin, confiemos en su sabiduría, porque pretender por un
instante hacerlo en la nuestra es la mayor tontería que podemos imaginar. No existe vacuna.
Vendrán nuevos tiempos; muy malos, dirán algunos. Vendrán
nuevos tiempos, que son urgentes y necesarios. Vendrán tempestades, epidemias y excepcionales fenómenos atmosféricos que simplemente han de llegar porque han de lavar.
Así será. Venga a nosotros tu lava, savia de volcán, y alabada seas sempiterna savia, sabia Naturaleza.
Así será. Venga a nosotros tu lava, savia de volcán, y alabada seas sempiterna savia, sabia Naturaleza.
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