lunes, 1 de julio de 2019

2020: una odisea de estanflación

Cuando hay incertidumbre económica, tras un periodo de subidas de tipos, se compran en mayor medida los bonos de largo plazo que los de corto plazo, buscando activos refugio.

La razón es que los inversores anticipan y descuentan las consiguientes bajadas de tipos del banco central, elevando el atractivo de los bonos de largo plazo. Esto se debe a que en las rentabilidades de corto plazo los retornos están asociados con las expectativas de tipos de interés y en las de largo plazo con las previsiones de inflación y empleo.

La lógica económica es recibir una mayor rentabilidad por las inversiones a largo plazo que por las de corto plazo, cuya probabilidad de impago es mucho menor. El reflejo de este mayor rédito a mayor plazo es la inclinación hacia arriba de la curva de rendimiento; y, a medida que el diferencial entre las tasas de interés a corto y largo plazo vaya reduciéndose, la curva de rendimiento se irá aplanando.

Pero, curiosamente, aparecen anomalías en las que la letra a 3 meses ofrece un retorno superior al bono a 10 años. Así, cuando las tasas de interés a corto plazo exceden las tasas a largo plazo, en los mercados se masca la sospecha sobre una pobre perspectiva en la que los rendimientos ofrecidos por el ingreso fijo a largo plazo seguirán cayendo.

En este contexto es cuando aparece la curva de rendimiento invertida y es el termómetro que refleja el miedo a la inflación, como sobrecalentamiento típico al final de un ciclo económico expansivo.

¿Acaso es descabellado presagiar que la rentabilidad del bono americano a 10 años pueda caer por debajo del 0,5% o incluso llegar a cero?
¿Acaso es osado por mi parte pronosticar que, tras una década de forzado crecimiento, EE.UU. ha sembrado y abonado un escenario del que solo puede brotar estanflación?

Alguien dijo que "la moneda no es más que un velo", y así se aplica por los bancos centrales. Su reembolso será cada vez más incierto. Monetizar la deuda pública es apostar por la inflación diferida.

Dado que los deberes no se han hecho y las grandes fallas estructurales no se han corregido, porque no han sido tratadas, mucho me temo que el vaticinio puede quedarse corto. Probablemente, todo este despropósito acabe provocando una odisea por una dura recesión mundial que desemboque en depresión (caída del PIB superior al 10%). Deprimente y devastador "Big One", rumbo a la estanflación.



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