Cuando
hay incertidumbre económica, tras un periodo de subidas de tipos, se compran en
mayor medida los bonos de largo plazo que los de corto plazo, buscando activos
refugio.
La razón
es que los inversores anticipan y descuentan las consiguientes bajadas de tipos
del banco central, elevando el atractivo de los bonos de largo plazo. Esto se
debe a que en las rentabilidades de corto plazo los retornos están asociados
con las expectativas de tipos de interés y en las de largo plazo con las
previsiones de inflación y empleo.
La
lógica económica es recibir una mayor rentabilidad por las inversiones a largo
plazo que por las de corto plazo, cuya probabilidad de impago es mucho menor.
El reflejo de este mayor rédito a mayor plazo es la inclinación hacia arriba de
la curva de rendimiento; y, a medida que el diferencial entre las tasas de
interés a corto y largo plazo vaya reduciéndose, la curva de rendimiento
se irá aplanando.
Pero,
curiosamente, aparecen anomalías en las que la letra a 3 meses ofrece un
retorno superior al bono a 10 años. Así, cuando las tasas de
interés a corto plazo exceden las tasas a largo plazo, en los mercados se
masca la sospecha sobre una pobre perspectiva en la que
los rendimientos ofrecidos por el ingreso fijo a largo plazo
seguirán cayendo.
En
este contexto es cuando aparece la curva de rendimiento invertida y es el
termómetro que refleja el miedo a la inflación, como sobrecalentamiento típico
al final de un ciclo económico expansivo.
¿Acaso
es descabellado presagiar que la rentabilidad del bono americano a 10 años
pueda caer por debajo del 0,5% o incluso llegar a cero?
¿Acaso
es osado por mi parte pronosticar que, tras una década de forzado crecimiento,
EE.UU. ha sembrado y abonado un escenario del que solo puede brotar estanflación?
Alguien dijo que "la moneda no es más que un velo", y así se aplica por los bancos centrales. Su reembolso será cada vez más incierto. Monetizar la deuda pública es apostar por la inflación diferida.
Dado que los deberes no se han hecho y las grandes fallas estructurales no se han corregido, porque no han sido tratadas, mucho me temo que el vaticinio puede quedarse corto. Probablemente, todo este despropósito acabe provocando una odisea por una dura recesión mundial que desemboque en depresión (caída del PIB superior al 10%). Deprimente y devastador "Big One", rumbo a la estanflación.
Alguien dijo que "la moneda no es más que un velo", y así se aplica por los bancos centrales. Su reembolso será cada vez más incierto. Monetizar la deuda pública es apostar por la inflación diferida.
Dado que los deberes no se han hecho y las grandes fallas estructurales no se han corregido, porque no han sido tratadas, mucho me temo que el vaticinio puede quedarse corto. Probablemente, todo este despropósito acabe provocando una odisea por una dura recesión mundial que desemboque en depresión (caída del PIB superior al 10%). Deprimente y devastador "Big One", rumbo a la estanflación.
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