Siempre errante, te yergue y te despierta.
Susurro zahorí, sibilino augurio
que araña el alma. Cedazo y murmurio.
Exalta su prisa, cribando yerta.
Fragua su arcilla. Deleita y alerta.
Restalla en látigo, tormento enfurio
y tullido aliviadero. Tugurio
del barrizal y aun rebosa su espuerta.
Canal de rojas ascuas, desairado
embudo que encabeza la guadaña
que fue hoz, sierpe y magia del incendio.
Y se enfrían sus destellos; helado
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