sábado, 21 de noviembre de 2020

El perfume desconocido

El papeleo de mariposas inspirando el susurro del ladrido. El polvo del brillo depilando el pincel. El marco del lienzo cincelando su esquela.

Gélido viento que silbas cencelladas: espejismos eternos se desvanecen con la lúcida mirada en el límpido cielo, rueda que pulveriza brillos moliendo cristales.

Enredado en la hoguera que alimento, con su fuego de tapiz, apuesto a soñar con el trapecio y convivir con el desliz.

Amarrado y deslumbrado por la repetitiva bombilla encerrada, sintonizada con frecuencia modulada y modelada al compás de un cansino círculo cerrado, se amotinaba el silencio, palpitando.

El día lo valía. Se apreciaban escarceos esclavos, afanes y devaneos esbozaban un viento alborotado. Al arrullo de la lluvia en el cristal, salpicando versos y reflejos como lágrimas, afloraban los anhelos entre nubarrones de recuerdos. Habrá que salir al diluvio, a regarse de certezas y espantar las dudas empantanadas en preguntas.

Laten alas de la nada, convidando a escuchar la fragancia que enmudece. Los pasos salen al encuentro del viento fresco, acurrucando en su murmullo el nido de desvelos vendimiados. Revolotean las hojas desperdigadas que encerraban las tapas que adornaban los libros, desarbolándolo todo; y todo, por librar y desparramar revuelta.

Se organiza así el caos desde la nostalgia del precipicio del bullicio. Hora es de volar, saltando olas naufragadas. Salvaje vértigo al abrigo del desconcierto y al olvido del plañido. Cerrar los ojos para ver parabienes. Ya se divisa nueva era. Todo será como no era o no será.




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