14Z conoció al hombre de las manos largas, excelente jugador del balón con las manos. Se enamoraron, se casaron, comieron perdices y vivieron de vicio. Pronto, su unión en gananciales pasó a ser conocida como la pareja Kent-Barbie.
El patrimonio del matrimonio se incrementó con rapidez. Llegaron hijos y pisos por doquier, disfrutando su cénit el día en que conquistaron por 5,8 millones de euros más IVA, reformas aparte, su palacete de ensueño. Una conquista que, años después, no pudieron explicar ni justificar, comenzando su declive hacia el ocaso. Ocurrió en los tiempos convulsos del reino, donde la carestía se abría paso a medida que el descerebrado cinturón del ajuste, guiado por Monseñor Toro, mentiroso e implacable, al que todos conocían como "el Montgomery Burns de Empaña", apretaba, agujero a agujero, el otrora feliz estado del bienestar.
El risueño Montgomery Burns empañó su gran ojo al conceder al requeteconocido y privilegiado enlace Kent-Barbie un posible trato de favor. La duda más que razonable de semejante e intolerable actuación brotó y creció con rapidez, como consecuencia de unas explicaciones excluyentes entre sí y utópicas desde el punto de vista del inspector implacable que siempre pareció ser el sistema informático tributario que existía en este reino de los ciegos, donde el tuerto era el rey. El hecho de que la niña del ojo del Gran Hermano tributario inquisitorial pudiera hacer su vista gorda provocó que la ciega mayoría comenzara a abrir los ojos ante la gran duda de si se trataba de un error o todo respondía a un intolerable comportamiento deliberado. Se desperezó su pereza.
¿Hacienda somos todos?, bostezaban los nuevos videntes. Parecía que no, pues se obviaban los indicios de incumplimiento fiscal cuando estos indicios se encontraban en números de identificación fiscal plagados de ceros a la izquierda; privilegiados ellos.
Spain is different...
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