Paseabas
tus pensamientos surcando la tierra, volviéndola huerto.
Arrancando
el agua, ahogando tu motor. ¡Bendito sea el Señor!
Relatando
historias a la hoguera, alumbrando fuegos de campamento.
“Lar
entre berrocales/ de la Castilla eterna,/ Dios nos libre de males;/ ventura
sempiterna.”
Al sentir
el viento confinado, decidiste alzar el vuelo. Mirando al infinito horizonte de
tu ancha Castilla, musito aguardándote en el verso de aquella hermosa habanera: “Si a tu
ventana llega una paloma/ trátala con cariño que es mi persona.”.
Bella
canción con la que juntos, en familia, comenzamos el año de tu marcha. En la
casa que de abuelo te vistió y en bisabuelo te desnudó. La de todos, como
siempre fue la tuya; la de nuestro queridísimo “cuñado”; la de la hija que
brindó tu enlace con “Teteiña” y la mar lleva en su nombre. Salada savia
gallega, repleta de amor y vida. La que baña nuestras venas. La que inunda de
morriña.
Te
imagino hacia el ocaso, desde la orilla de “La Concheira”. Hechizado por los
colores y los olores de la puesta de ese Sol que siempre hizo de guía.
Ángel, ya te susurra
Maite,
ven conmigo a habitar en la casa del Señor, por años sin término.
En ella
nos encontramos hoy para recordarte y despedirte. En ella nos reencontraremos
mañana para iniciar la vida que no acaba. Con sus puertas siempre abiertas de
par en par y al abrigo de la gran familia… En realidad, como siempre.
Descansa en paz, padre. Te recordaré en la lágrima de una sonrisa.
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