miércoles, 1 de julio de 2020

ELEGÍA

Paseabas tus pensamientos surcando la tierra, volviéndola huerto.
Arrancando el agua, ahogando tu motor. ¡Bendito sea el Señor!
Relatando historias a la hoguera, alumbrando fuegos de campamento.
    Arazuzo que nos viste crecer, derrochando convidadas, colmados de familia y amigos, entre risas y debates, orando y disfrutando: has quedado congelado por esta última partida y abrasa, como herida, el verso cincelado del “Abú”, que brilla y que luces, que duele y que reza: 
“Lar entre berrocales/ de la Castilla eterna,/ Dios nos libre de males;/ ventura sempiterna.”
Al sentir el viento confinado, decidiste alzar el vuelo. Mirando al infinito horizonte de tu ancha Castilla, musito aguardándote en el verso de aquella hermosa habanera: “Si a tu ventana llega una paloma/ trátala con cariño que es mi persona.”.
Bella canción con la que juntos, en familia, comenzamos el año de tu marcha. En la casa que de abuelo te vistió y en bisabuelo te desnudó. La de todos, como siempre fue la tuya; la de nuestro queridísimo “cuñado”; la de la hija que brindó tu enlace con “Teteiña” y la mar lleva en su nombre. Salada savia gallega, repleta de amor y vida. La que baña nuestras venas. La que inunda de morriña.

Te imagino hacia el ocaso, desde la orilla de “La Concheira”. Hechizado por los colores y los olores de la puesta de ese Sol que siempre hizo de guía.
                                                            Ángel, ya te susurra Maite,
ven conmigo a habitar en la casa del Señor, por años sin término.

En ella nos encontramos hoy para recordarte y despedirte. En ella nos reencontraremos mañana para iniciar la vida que no acaba. Con sus puertas siempre abiertas de par en par y al abrigo de la gran familia… En realidad, como siempre.
Descansa en paz, padre. Te recordaré en la lágrima de una sonrisa.

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