En cuatro años de mandato, el Gobierno de Mariano Rajoy ha elevado la deuda total en 590.000 millones de euros, la mayor cifra de nuestra historia en términos de PIB; la subida de la presión fiscal a la clase media trabajadora ha sido tan salvaje como su progresivo empobrecimiento; tenemos la más injusta distribución de renta y riqueza de toda la Unión Europea; el mayor nivel de paro juvenil de Europa y 2,5 millones de parados de larga duración sin cobertura por desempleo. Este es el paseo por ese túnel de la crisis que, para el presidente, llega a su fin.
Para celebrarlo, nada mejor que regalar al personal un
quinto presupuesto (el más social, asegura) y tratar de acreditar que el
Gobierno ha cumplido el programa electoral con el que, allá por noviembre de
2011, decía aspiraba a crear millones de empleos. Alegando que la tasa de paro
se reducirá, la partida presupuestaria que se destina a desempleo desciende a
19.500 millones de euros. Sin embargo, con pareja cifra de parados, en 2011 se
destinaban 30.500 millones. Lo que en realidad se desploma es la cobertura por
desempleo. Uno de cada dos parados no tiene prestación y el compromiso del
Gobierno es reducirla aún más. ¿A esto llaman un presupuesto social?
Vergonzoso.
Querido lector, partimos de un déficit que doblará al
presupuestado para 2015. Los ingresos por cotizaciones sociales y la
recaudación tributaria no alcanzarán el objetivo previsto y la realidad
socioeconómica evidencia que los desequilibrios fundamentales crecen en lugar
de reducirse. El compromiso con Bruselas para este año era bajar el déficit al
4,2% y, probablemente cerrará en torno al 5,5%. ¿Será posible cumplir el nuevo objetivo del 2,8%, comprometido para 2016? Difícilmente.
Según los presupuestos presentados, el Estado prevé
ahorrar 2.000 millones de euros en intereses de la deuda y 5.000 en pago del
desempleo: 7.000 millones que suponen la mitad de la reducción del déficit para
2016 (2,8% del PIB). Por otro lado, presumen que la mejora de la economía
permitirá subir los ingresos fiscales un 6,2%, lo que, deducida la bajada del
IRPF, supondría 5.000 millones más.
Pero, si la evolución económica esperada y contemplada
en estos presupuestos variara, el susto podría derivar en pánico. Una economía
que necesita captar anualmente 275.000 millones de euros ha de prepararse y
anticiparse al cambio de las excepcionales condiciones actuales de tipos de
interés nulos, petróleo barato y barra libre de liquidez del BCE. Obviar esto
es sembrar un desastre monumental. La imprudencia de presupuestar ignorando la
extrema vulnerabilidad de nuestra economía es temeraria.
¿Qué hay de lo mío?
Casi 300 millones de euros cae la inversión estatal en
Castilla y León respecto a 2015, el 17%. Apenas el 3% de las inversiones en la
Comunidad recibe Ávila, con un presupuesto de 44,7 millones de euros para 2016,
un 11% más respecto a lo consignado (que no ejecutado) en 2015.
El Administrador de Infraestructuras Ferroviarias
(ADIF) es nuestro mayor inversor, con 16,7 millones de euros. Quede claro que
son para mantenimiento y renovación de la red ferroviaria convencional.
El Ministerio de Fomento destinará 15,5 millones a
conservación y explotación de las carreteras de la provincia, la construcción
del Puente de La Gaznata y a la conexión por autovía de la capital abulense con
la A-6 (infraestructura reivindicada desde hace ya demasiados años).
Para la autovía A-40 entre Ávila y Maqueda destinan
poco más de 23.000 euros, con los que poco podrá realizarse. La Sociedad
Estatal de Infraestructuras de Transporte Terrestre destinará algo más de 2,2
millones de euros a actuaciones en seguridad vial y repintado de marcas viales. Mantenimiento, de nuevo.
En cuanto al Ministerio de Cultura, el proyecto del
Museo del Prado en el Palacio de los Águila es el destino del millón de euros
repetidamente presupuestado pero nunca ejecutado. Promesas consignadas que no
se hacen realidad porque no hay compromiso alguno con ellas. Sin compromiso la
garantía de éxito es prácticamente nula. ¿Cuánto tiempo más aguantará el
ciudadano este engaño?
Lo que debiera ser un reparto solidario que tratara de
atenuar los desequilibrios económicos, recurrentemente es una lotería que nos
deja un reintegro testimonial. Al partido en el Gobierno, mayoritariamente
apoyado por los abulenses, parece no preocuparle las deficiencias comunicativas
que padecemos.
Mientras no reciba una
contundente respuesta ciudadana en forma de pedrea de votos, seguiremos
ninguneados.
Obras son amores y no buenas
razones.
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