El hastío en mitad del medio otoño,
esfumando las huellas del estío;
desnuda su disfraz, cruel desafío,
embriagando el abrigo del reboño.
Ombligo del penar, madre y retoño,
agostando hasta el pasto del rocío,
su tinte languidece en ocre umbrío
la dorada cana, brote bisoño.
Pulverizando momentos, amaña
el pensamiento moliendo proezas;
susurrando por los codos, nocivo.
Desvanecida ceguera que empaña
sedientos nubarrones de certezas.
En su descubierta intemperie vivo.
¡¡Un estrambote para este soneto!!
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